El protagonismo en la formación de la infancia de Bosco recaería entonces en manos de su madre. Una mujer de un férreo carácter, una sólida devoción y una intensa fidelidad a su familia. No buscó un segundo matrimonio, sino que sola se dedicó a formar a sus tres hijos varones. La manera en que Margarita defendió a sus hijos en medio de la pobreza y el espíritu de disciplina y devoción que les impartió, tendrían mucho que ver en el futuro apostolado de Don Bosco.
Tras la Revolución, los franceses trataron de ocupar el Piamonte en contra del Imperio austríaco lo que hizo de este un campo de batallas e inestabilidad que terminarían en 1815, precisamente el año en que nació Juan. Estas guerras dejarían los campos devastados y la amenaza de hambrunas que Margarita tendría que enfrentar con sus hijos.
Otra situación que la madre de Don Bosco tuvo que afrontar fue la educación de Antonio, hijo de Francisco y de su primera esposa. Con la muerte de Francisco el niño había quedado huérfano de padre y madre y a la caridad de su madrastra que, por fortuna, lo acogió como a un hijo y le dio la prioridad de hijo primogénito. Sin embargo, Antonio Bosco no superaría completamente su orfandad y se mostraría huraño dentro del contexto de la familia para oponerse con frecuencia a los sueños de Juan, su hermano menor
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